miércoles, 16 de mayo de 2012

DOS NO REGAÑAN SI UNO NO QUIERE

Siguiendo con las Historias y Leyendas, hoy le toca el turno A concepción Sánchez Colino, que nos cuenta una divertida historia que la contaron cuando ella era pequeña.

DOS NO REGAÑAN SI UNO NO QUIERE
Voy a escribir una leyenda que me contaron cuando yo era pequeña, que de eso hace ya varios años y todavía no se me ha olvidado.
Un día llegue a mi casa, que venía de la escuela y estaba mi madre en la puerta hablando con una vecina, nada más llegar, me miro mi madre a la cara y me pregunto, hija que te pasa que vienes tan triste. Yo me eche a llorar y le dije que había regañado con mi mejor amiga, la vecina que estaba con mi madre me dijo: “niña dos no regañan si uno no quiere”, ven que te cuente lo que le paso a la María y a Jacinto que eran un matrimonio vecinos del pueblo.
Un día de madrugada Jacinto se levanto para ir al campo a trabajar y se encontró con su vecino de huerta, como llevaban el mismo camino, siguieron juntos los dos con sus burros, cuando iban por la mitad empezaron a hablar de las cosas que pasaban en el pueblo,  como la ruta era larga el vecino de Jacinto le pregunto que tal se llevaba con su mujer; este le dijo que llevaban treinta años casados y que nunca habían regañado. Entonces este le pregunto que si no era un poco aburrido todo tan perfecto, este le dijo que un poco sí, pero que con la María era difícil de regañar, que era limpia, trabajadora, cariñosa y buena en fin lo tenía todo para no discutir.
El vecino le dijo si quieres yo te digo como puedes regañar con tu mujer. A este la idea no le pareció mal y le pregunto que qué tenía que hacer.
El vecino le dijo que cuando llegara a su casa que no metiera el borrico de cara que le metiera de culo, que el borrico no querría entrar y que cuando viera su mujer lo que estaba haciendo con el burro, saldría y empezaría a darle voces y le regañaría.
Jacinto así lo hizo, el burro no quería entrar y se puso  a darle gritos, cuando salió la María, que estaba en la cocina, el marido le dijo lo que quería  hacer con el burro y en lugar de regañarle le ayudo agarrándole por el rabo y entre los dos le metieron en la cuadra y la mujer dijo que le parecía bien ya que estaba harta de ver entrar al burro de cara. Ese día no pudo regañar con ella.

Al día siguiente Jacinto al ir a su huerta, se volvió a encontrar con el vecino y este le pregunto que si fue muy grande la regañina, este le contó lo que había pasado, y le dijo si sigues queriendo discutir fijo que hoy sí que lo consigues con lo que te voy a decir.
Cuando llegues a tu casa, seguro que tu mujer tiene una espetera llena de platos y cacharros bonitos, que a las mujeres les gustaba mucho tener colocados y lucirlos, cuando llegara ese día a su casa que se los tirara al suelo y que se los rompiera. Cuando su mujer lo viera, lloraría, gritaría y regañaría fuertemente con él.
Jacinto estuvo todo el día pensando que así lo haría y que ahora sí que iba a regañar con su mujer. Cuando llego a su casa, tiró todos los cacharros de la espetera y se puso a romper todo lo que había allí. Cuando llevaba la mitad roto, llegó a casa María, que estaba en casa de una vecina, cuando vio lo que estaba haciendo Jacinto cogió otro mazo y se puso a romper con él. El marido al verla desesperado la pregunto que porque lo hacía y ella le dijo: ayer vino Nicolás el trapero, hombre que cambiaba cacharros por trapos y hierros viejos. María llevaba todo el año guardando los trapos viejos y los hierros, las herraduras que se quitaban a los burros, así durante todo el año para poder poner todos los cacharros en la espetera nuevos y bonitos. Que ya los tenía del día anterior y no la había dado tiempo a cambiarlos, así su marido la había ayudado a romper y podría cambiarlos ese mismo día.
Y otro día que no habían regañado el marido y la mujer.
Al día siguiente el vecino que estaba deseando encontrarse a Jacinto para saber cómo había sido el regaño, cuando le contó que de regaño, nada de nada. Pero el vecino no dejo su empeño en que la María y Jacinto regañaran. Le dijo que hoy si que iban a regañar, con el plan que le iba a proponer. Le pregunto que cual era la comida que más le gustaba y le dijo que la tortilla de escabeche, pero para que se la pudiera hacer tenía que venir el señor Antonio, pero como estaba malo llevaba mucho tiempo sin venir. Cuando veas que te ha hecho otra comida, la montas un escándalo y preparas un buen regaño con la María.
Al día siguiente el señor Antonio ya estaba bueno y llego al pueblo vendiendo sus embutidos y sus escabeches y la María le hizo la tortilla a su marido que sabía que le gustaba mucho, para cuando llegara de la huerta.

La mujer mientras llegaba la hora de la comida, se puso a fregar la vajilla y después de secarlas bien la puso al sol en el corral para que cogieran más brillo. En su corral como en todas las casas del pueblo tenía gallinas. Una de las gallinas se subió a la mesa donde se secaba la vajilla y la gallina se cagó en un plato, en ese momento llegaba el marido y para que no viera este la mierda, puso una taza encima con la idea de fregarla después.
Cuando entró Jacinto, pregunto al marido que quería de comer, este le dijo que una tortilla de escabeche, como vio que en esto también le complacía, se puso a dar voces y a regañar con ella. Ella le dijo que si tenía la tortilla que era lo que quería. Él de muy mal humor y con mucho enfado el contesto de que ya no quería comida y ella le dijo que entonces que quieres y él le dijo: quiero una mierda. Ella que se acordó de la que tenía en el plato de la gallina, vete al corral levanta la taza y ahí la tienes. Hasta en eso pudo complacerle. Jacinto no volvió jamás a regañar con la María.
La vecina que estaba con mi madre y que a mí me contó la historia de este matrimonio me dijo: mañana cuando llegues a la escuela pide perdón a tu amiga, que no merece la pena estar enfadado.
Al día siguiente cuando vi a mi amiga la pedí perdón, nos dimos un beso. Yo creo que alguna vez más regañamos, pero a mí no se me ha olvidado la leyenda que me contó la vecina de mi madre cuando yo era pequeña y que ya han pasado muchos años.
Concepción Sánchez  Colino


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