DOS NO REGAÑAN SI UNO NO QUIERE
Voy a escribir una
leyenda que me contaron cuando yo era pequeña, que de eso hace ya varios años y
todavía no se me ha olvidado.
Un
día llegue a mi casa, que venía de la escuela y estaba mi madre en la puerta
hablando con una vecina, nada más llegar, me miro mi madre a la cara y me
pregunto, hija que te pasa que vienes tan triste. Yo me eche a llorar y le dije
que había regañado con mi mejor amiga, la vecina que estaba con mi madre me
dijo: “niña dos no regañan si uno no quiere”, ven que te cuente lo que le paso
a la María y a Jacinto que eran un matrimonio vecinos del pueblo.
Un
día de madrugada Jacinto se levanto para ir al campo a trabajar y se encontró
con su vecino de huerta, como llevaban el mismo camino, siguieron juntos los
dos con sus burros, cuando iban por la mitad empezaron a hablar de las cosas
que pasaban en el pueblo, como la ruta
era larga el vecino de Jacinto le pregunto que tal se llevaba con su mujer;
este le dijo que llevaban treinta años casados y que nunca habían regañado.
Entonces este le pregunto que si no era un poco aburrido todo tan perfecto,
este le dijo que un poco sí, pero que con la María era difícil de regañar, que
era limpia, trabajadora, cariñosa y buena en fin lo tenía todo para no
discutir.
El vecino le dijo si quieres yo te digo como puedes regañar con tu mujer. A este la idea no le pareció mal y le pregunto que qué tenía que hacer.
El vecino le dijo si quieres yo te digo como puedes regañar con tu mujer. A este la idea no le pareció mal y le pregunto que qué tenía que hacer.
El
vecino le dijo que cuando llegara a su casa que no metiera el borrico de cara
que le metiera de culo, que el borrico no querría entrar y que cuando viera su
mujer lo que estaba haciendo con el burro, saldría y empezaría a darle voces y
le regañaría.
Jacinto
así lo hizo, el burro no quería entrar y se puso a darle gritos, cuando salió la María, que
estaba en la cocina, el marido le dijo lo que quería hacer con el burro y en lugar de regañarle le
ayudo agarrándole por el rabo y entre los dos le metieron en la cuadra y la
mujer dijo que le parecía bien ya que estaba harta de ver entrar al burro de
cara. Ese día no pudo regañar con ella.
Al
día siguiente Jacinto al ir a su huerta, se volvió a encontrar con el vecino y
este le pregunto que si fue muy grande la regañina, este le contó lo que había
pasado, y le dijo si sigues queriendo discutir fijo que hoy sí que lo consigues
con lo que te voy a decir.
Cuando
llegues a tu casa, seguro que tu mujer tiene una espetera llena de platos y
cacharros bonitos, que a las mujeres les gustaba mucho tener colocados y
lucirlos, cuando llegara ese día a su casa que se los tirara al suelo y que se
los rompiera. Cuando su mujer lo viera, lloraría, gritaría y regañaría
fuertemente con él.
Jacinto
estuvo todo el día pensando que así lo haría y que ahora sí que iba a regañar
con su mujer. Cuando llego a su casa, tiró todos los cacharros de la espetera y
se puso a romper todo lo que había allí. Cuando llevaba la mitad roto, llegó a
casa María, que estaba en casa de una vecina, cuando vio lo que estaba haciendo
Jacinto cogió otro mazo y se puso a romper con él. El marido al verla
desesperado la pregunto que porque lo hacía y ella le dijo: ayer vino Nicolás
el trapero, hombre que cambiaba cacharros por trapos y hierros viejos. María
llevaba todo el año guardando los trapos viejos y los hierros, las herraduras
que se quitaban a los burros, así durante todo el año para poder poner todos
los cacharros en la espetera nuevos y bonitos. Que ya los tenía del día
anterior y no la había dado tiempo a cambiarlos, así su marido la había ayudado
a romper y podría cambiarlos ese mismo día.
Y
otro día que no habían regañado el marido y la mujer.
Al
día siguiente el vecino que estaba deseando encontrarse a Jacinto para saber
cómo había sido el regaño, cuando le contó que de regaño, nada de nada. Pero el
vecino no dejo su empeño en que la María y Jacinto regañaran. Le dijo que hoy
si que iban a regañar, con el plan que le iba a proponer. Le pregunto que cual
era la comida que más le gustaba y le dijo que la tortilla de escabeche, pero
para que se la pudiera hacer tenía que venir el señor Antonio, pero como estaba
malo llevaba mucho tiempo sin venir. Cuando veas que te ha hecho otra comida,
la montas un escándalo y preparas un buen regaño con la María.
Al
día siguiente el señor Antonio ya estaba bueno y llego al pueblo vendiendo sus
embutidos y sus escabeches y la María le hizo la tortilla a su marido que sabía
que le gustaba mucho, para cuando llegara de la huerta.
La
mujer mientras llegaba la hora de la comida, se puso a fregar la vajilla y
después de secarlas bien la puso al sol en el corral para que cogieran más
brillo. En su corral como en todas las casas del pueblo tenía gallinas. Una de
las gallinas se subió a la mesa donde se secaba la vajilla y la gallina se cagó
en un plato, en ese momento llegaba el marido y para que no viera este la
mierda, puso una taza encima con la idea de fregarla después.
Cuando
entró Jacinto, pregunto al marido que quería de comer, este le dijo que una
tortilla de escabeche, como vio que en esto también le complacía, se puso a dar
voces y a regañar con ella. Ella le dijo que si tenía la tortilla que era lo
que quería. Él de muy mal humor y con mucho enfado el contesto de que ya no
quería comida y ella le dijo que entonces que quieres y él le dijo: quiero una
mierda. Ella que se acordó de la que tenía en el plato de la gallina, vete al
corral levanta la taza y ahí la tienes. Hasta en eso pudo complacerle. Jacinto
no volvió jamás a regañar con la María.
La
vecina que estaba con mi madre y que a mí me contó la historia de este
matrimonio me dijo: mañana cuando llegues a la escuela pide perdón a tu amiga,
que no merece la pena estar enfadado.
Al
día siguiente cuando vi a mi amiga la pedí perdón, nos dimos un beso. Yo creo
que alguna vez más regañamos, pero a mí no se me ha olvidado la leyenda que me
contó la vecina de mi madre cuando yo era pequeña y que ya han pasado muchos
años.
Concepción
Sánchez Colino
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